Wednesday, December 13, 2006

y a sus órdenes iban rotas y desangradas, las almas en pena de hombres y caballos

“cuarenta y dos años, un muchacho idealista y despreocupado”, escribió con letra atravesada e infantil al dorso de esta foto

“soy la bolsa que envuelve otra cosa. con el tiempo fui creyendo que yo era la cosa” dice en una carta a su prima encarnación en 1941. durante tres años no se sabe más nada de él. en 1945 aparece combatiendo con la wëhrmacht, a la que se sumó (el único voluntario paraguayo del ejército alemán en toda la segunda guerra) en las últimas semanas de la contienda. en el gigantesco documental de frank capra sobre la segunda guerra mundial, en la parte de los caóticos combates callejeros en berlín, muestran un desaforado vistiendo jirones de uniforme gris que, a los gritos y amunicionado por un niño de unos doce años, vuela en pedazos dos tanques T 34 rusos con un panzerfaust, para luego caer abatido. en el documental de capra sólo toman el momento en que el niño y el desaforado, que no es otro que de melli, caen al piso y pasan a otra cosa. el niño murió de manera instantánea, pero de melli sobrevivió. una bala de ametralladora calibre 50 (proyectil del tamaño de una zanahoria mediana) le atravesó la pierna. aunque apenas rozó el fémur, el impacto de la estática de la bala lo pulverizó, provocando además la pérdida de tres cuartos de kilo de masa muscular. casi muere desangrado y fue internado en un campamento de la cruz roja, donde pretendieron amputarle la pierna. amenazó al cirujano con una pistola y lo obligó a empalmarle el hueso. durante un mes se curó él solo, untándose continuamente kerosén sobre la pierna. milagrosamente (y aunque quedó once centímetros más corta que la otra) pudo salvarla. en aquella época atribuyó orgullosamente esa resistencia física a su “ancestral y tozudo temple guaraní”.
(...)
en una muestra de lo cambiante de sus opiniones, durante su fugaz gestión como ministro de asuntos aborígenes en 1961 declaró: “esta nación se levantará como guía de toda américa sólo si su sagrado territorio es regado con la sangre de estos indios de mierda y confiado a la iniciativa civilizante de inversores extranjeros.”

(de “the steel jelly”, anthony burguess, penguin books 1967)

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