Saturday, February 18, 2006

tengo la certeza de que muriendo joven se contribuye decisivamente para la cultura de la patria


leyendo: “falconer”, john cheever. tomando tereré. calorrrrrrrrr. acabo de trazar las primeras líneas del cuento que debo terminar antes del 10 de marzo. escuchando: gong, “hymnalayas”.

tengo una colonia de hormigas habitando mi teclado. misteriosamente (y toco madera) la lectograbadora de cd ha vuelto a la vida, cuanta pornografía olvidada, que gratos momentos he vuelto a pasar.

en la revista “así” del 4 de enero de 1964, se publica la carta de un lector de la localidad cordobesa de balnearia, pidiendo información sobre dónde internar a un niño retardado que no es agresivo pero “incurre en conductas que hacen peligrar su integridad física”. se hace el pedido porque la madre no puede dejar de trabajar y cuando sale debe dejarlo atado con una soga a los barrotes de la ventana, o encerrado con llave en una de las habitaciones.

“la calle estaba llena de víctimas del bombardeo. de los cadáveres envueltos en frazadas sólo daba para ver los ojos, o mejor dicho los globos oculares. una cosa se inflamó en mi pecho. me sentí reanimado y revigorizado por el desfile de sufrimientos que pasaba delante de mí. sentía el mismo entusiasmo causado por una revolución. en el incendio, aquellos infelices habían presenciado la destrucción total de todos los indicios de su existencia como seres humanos. con sus propios ojos, habían visto relaciones de amistad, parentesco, amores, odios, sentido común, riquezas, todo deshaciéndose en la humareda. (...) en sus rostros yo percibía trazos del agotamiento de aquel que acaba de asistir a un drama espectacular. contaban con aspaviento y alarde los peligros enfrentados. formaban, en el verdadero sentido de la palabra, una horda de sublevados, una turba que albergaba una insatisfacción fulgurante, un descontento desbordante, triunfal, fogoso.
(...)
se comentaba que iban a tirar una tercera bomba sobre tokio. era nuestra última chance. de camisa y zapatos blancos, yo deambulaba por las calles. las personas, después de pasar por el peor momento de desesperación, hablaban de sus problemas con un aire más animado. las horas se pasaban sin que nada aconteciese. por todos lados reinaba una atmósfera de auténtica exaltación. era como si la gente siguiese soplando un globo ya a punto de explotar, de pura curiosidad: ‘¿será que va a reventar?¿será que va a reventar?’” (yukio mishima, “confesiones de una máscara”)

veinte grandes éxitos de la especie humana. jean marie le pen: “¿cómo demuestro que no soy racista?¿acaso debo casarme con una negra comunista enferma de sida?”

no conformes con ser ignorados por el mundo en internet, decidimos fracasar también en soporte papel. próximamente en todos los retretes el segundo número de gentileza del kursk, esfuerzo colectivo de doctorakaiten, cero comments y este humilde espacio. y no pidan más porque no hay.

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