Saturday, July 02, 2005


antonio de melli, el gran performer del inmovilismo paraguayo. la foto le fue tomada durante su estadía en el penal de pedro juan caballero, días antes de partir al exilio en españa (agosto de 1992)


luis alberto vera no se consideraba un ex combatiente. todo el tiempo llevaba encima una raída garibaldina verde oliva y un puñal de comando. combatió como soldado en malvinas con el regimiento 25 de infantería del ejército. al regreso de la guerra, como todos los soldaditos, encontró que la dictadura que se caía a pedazos no podía ocuparse de ex combatientes. por un tiempo vendió lotería en los bares. encontró contención en alerta nacional, la agrupación de ultra derecha de alejandro biondini (autor de frases como “¡nos lavaremos los huevos con jabón hebreo”!). participó junto a ellos en la organización de una serie de atentados menores que no dejaron víctimas. en 1988, en su habitación de un inquilinato lo acribillaron por la espalda los servicios de inteligencia, mientras intentaba hacer explotar una granada de mano MKS de fabricaciones militares.
dice de él juan josé salinas en una nota de “el porteño”:
“vera se había convertido en fascista, es decir, en novio de la muerte. huérfano, semianalfabeto, entrenado para matar, malherido y desocupado, los pocos escritos que se encontraron de su puño y letra en el sucucho de rivadavia 753, tercer piso, amalgamaban las svásticas con obsesivas referencias a la parca. a la suya, más que a la de los demás.”
y cita textual la prosa de vera:
“un guerrero tiene largos caminos. es difícil caminarlo porque los Obstáculos son inbensible”. esto lo dejó garrapateado en un papel titulado “organización camarada”.

“el loco era muy fantasioso y tenía muchas historias por lo que en general no le hacíamos caso. (...) ahora no puedo dejar de pensar que el lunes, e incluso el mismo miércoles que lo mataron, anduvo por acá asustado, asegurando que le habían reventado la piecita.” (un integrante del grupo “2 de abril”, cuyo puesto era frecuentemente visitado por vera, citado en la misma nota de salinas).

perfectamente me puedo imaginar a vera, pobre, huérfano, semianalfabeto, entrenado para matar, malherido, mordiendo el capuchón de la birome mientras escribía trabajosamente esas líneas. y me atrevo a asegurar que en esa redacción enrevesada, confusa, de pésima ortografía, vera buscaba un orden.

la parte que más me gusta de the wall es esa donde bob gedolf hace mierda todas sus cosas, y termina tirando el televisor por la ventana (la escena donde para no caer se agarra al marco de la ventana y se corta la mano con los vidrios rotos). en realidad lo que me gusta (y no es lo que más me gusta sino lo que más me conmueve) es cuando después de eso está en una posición infantil ordenándolo todo. y construye, es cierto, un orden. ordena los fragmentos de las cosas muy cuidadosamente, sobre el piso, en líneas rectas que se cruzan. es un orden, claro, y es un orden de la locura. y el tema es me parece, el mejor de todo el disco (“abre la puerta del armario y encontrarás mi hacha preferida”, o algo así. también “me puedo sentir frío como un cuchillo, apretado como un torniquete y seco como un tambor funeral”)

no sé si me explico.

“1-las cosas que digo las digo y la gente me las cree pero yo cuando las digo es como si las estuviera leyendo en otra parte.
2- hablo del suicidio pero no me gusta esa palabra. los pelotudos y las señoras la han cargado de resonancias trágicas. yo no hablo como hemingway de mariconadas como ‘el regalo de la muerte’. yo hablo del tipo que es presa de la atravesante conciencia de que todo le es ajeno. está en un lugar que no es el suyo y corrige el error.”
(del decálogo “dos cosas y las otras ocho” de antonio de melli, editorial general stroessner, asunción del paraguay, 1981, edición bilingüe)

hay una hermana de mi madre que no conozco. un día en misa se largó a llorar de una manera imparable. “y después enloqueció”, dicen mis otras tías.

un día para hacerme el divino fui a ver una retrospectiva de cortos de wim wenders en el instituto goethe, cuando todavía estaba en boulevard san juan (nombrando calles parezco uno de esos horrrrrrriiiiibles escritores cordobeses). resultaron ser casi todos un embole, tomas larguísimas de carteles, cosas así (encima las sillas del cine del goethe estaban diseñadas para garantizarte un agudo dolor de espaldas a partir de la media hora de apoyar el culo en ellas). el único que me gustó me pareció alucinante: serían no sé, un minuto, minuto y medio de una toma estática de una vía. de repente alguien cruza el cuadro saltando la vía. tres o cuatro segundos más tarde pasa un tren a una velocidad enorme.

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