Wednesday, May 04, 2005

de la vida adentro de una lata

me dice: “escriba cien veces las personas EXISTEN, no son una alucinación mía”. yo obedezco y cuando termino, me dice “eso, claro, entendiendo el asunto en un modo algo restringido...”


noches raras: el día que me llevó en remis el bajista de alberto tosas.
las circunstancias eran ya medio extraterrestres: era la noche de un domingo que me había tocado ser presidente de mesa en elecciones para gobernador, encima un embole, ir de presidente de mesa el domingo que era cantado que de la sota iba a salir reelecto. no había hecho el cambio de domicilio, así que me había tocado una escuela en la otra punta de la ciudad. hacía un frío de la san puta y llovían bigornias de punta y lo único que conseguí para volverme a casa (nueve de la noche) fue un remis trucho, un regatta bordó hecho poronga. adentro y desde el pasacassette, un tdk que debía estar sonando constantemente desde no sé, 1985, una enloquecida recopilación de temas ultramelosos de los años 70. el tipo no sólo manejaba un remis trucho, tocaba los fines de semana en un bolichón de la calle humberto primo que se llamaba “caribe” y que estaba clausurado no sé por qué cosa. estuvo media hora quejándose de los controles municipales y aclarando que no era un choro, que ensayaban tres dias a la semana, y que agregaban cosas para no aburrir, porque la gente que iba a la confitería era siempre la misma. me contó que tuvo momentos en que le fue bien, que había sido el bajista de alberto tosas (alberto “simpatía” tosas, otrora semi estrella del cuarteto cordobés que hace poco cayó en cana por piratear discos). yo de mal tipo que soy le dije que me había parecido conocerlo de la tele. “claro, salíamos mucho en la tele”. hicimos jorge newbery-los olmos en casi una hora, bajo la lluvia que caía a los baldazos. cuando terminó con lo de la banda (de la que, puta, no me acuerdo el nombre) me dijo que él conocía cada ruido de su auto, que ahora iba despacio porque tenía una punta de eje que se estaba haciendo bosta. “es oído, tengo mucho oído, incluso con el auto, le conozco cada ruidito”. yo ya me había clavado un caño así que me cagué de la risa, porque el auto no hacía un ruido, hacía cien mil ruidos.



en mi mirada lo he perdido todo
es tan lejos pedir. tan cerca saber que no hay.

(ay, ay, ay, pizarnik...)

“este camino tiene un final. lo que no le veo es comienzo. me gustaría conocer una manera elegante de corregir este error. me gustaría arrancar lo que sea que tengo adentro y matarlo. pero es tarde. soy más lo que quiero matar que lo que soy. hay una película de terror clásica que ahora no me acuerdo el nombre, pero es en una base científica aislada en el ártico y hay una entidad extraterrestre que se mete en el cuerpo de la gente. la ví hace mil años y recién ahora me doy cuenta qué es lo que me dio miedo (porque me cagué en las patas, es muy buena la película): los tipos antes de morir comprendían que ya no eran ellos, o mas bien seguían siendo ellos pero ya eran el monstruo. no sé si se entiende. las caras que ponían los tipos”.
(albino rojas martínez, en el suplemento cultural de “verdad stroessnerista” de puerto stroessner, república del paraguay, número 14, agosto de 1977)


sobre este tema hay también un cuento del amigo philip kendred dick, “aquí yace el wub”, o el concepto de somos lo que comemos llevado a un extremo. y supongo que diez mil cosas más, también.



en “fin de las noticias del mundo” de anthony burgess, freud escucha susurrar a su cáncer de boca:
-usted daría todo lo que tiene para librarse de mí. pero voy a quedarme, doctor. voy a quedarme hasta el mismo fin. ¿tiene sueño ahora?. bien. duerma. yo lo cuidaré.



dios, en caso de existir, tiene como mínimo un macabro sentido de la ironía. me ofrecieron un laburo que duraría hasta noviembre, en la organización de un congreso de... mejora contínua. ¡eeestá bieeeennnnn!

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