Thursday, February 17, 2005

-A mí me pesan las cosas que hice y las que ví hacer, no te creas. Soy humano.
-¿Y cómo aguanta?
-En mi situación, la única manera de no sentir culpa es estar muerto. Y yo no quiero estar muerto. Así que me la aguanto.
-¿Pero cómo hace?
-No sé, me la aguanto. Trato de no pensar mucho en eso. Es algo que pasó, de lo que ya no hay retorno. Fue una guerra, murió gente, listo, ya está... no jodamos más. Se perdió, se ganó, basta... Asunto cerrado. Darle más vueltas es buscarle la quinta pata al gato.
-¿Y quién ganó?
-¿A vos qué te parece?
-No sé, por eso le pregunto.
-Los que perdieron, pero perdieron-perdieron en serio la guerra, son los muertos. Para los que quedamos, viste...no sé. Pero los muertos, para ellos sí que terminó todo. Una lástima. Un minuto de silencio por los que no llegaron y después la vida sigue. Sin resentimientos. Yo soy un hombre sin rencores
-No creo que sea tan fácil.
-Mas vale que no es fácil.
-¿Y no se le ocurrió nunca pedir perdón?
-En lo único que me convertiría eso es en un tipo bien educado.
-...
-Preguntate de qué serviría. Si lo pensás bien, te vas a contestar que de nada. Y si no te lo contestás te lo contesto yo: no sirve de nada. Mis disculpas no van a levantar un dedo de ningún muerto, no van a volver a nadie a la vida. Sería más que nada un acto de no sé si decir, cortesía...
-Yo no digo ofrecer disculpas, digo buscar que lo perdonen.
Duarte volvió a servirse vino. Tomó un trago e hizo un rápido buche antes de pasar el líquido a la garganta. Cetarti adivinó los cientos de miles de bacterias atacadas por el alcohol, desprendidas de los dientes y encías y arrastradas en ese torbellino mitad etílico y mitad mal aliento.
-Vos sabés que no me llego a hacer bien una idea de qué tenés en la cabeza. Entendés las cosas de una manera muy rara. Lo que sí, de a poco me va cuajando que estés acá.

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